Nada mejor que comenzar preguntándote ¿Quién es Jordi Díez?
Soy una persona que le dedica su vida desde hace
cuatro décadas a la escultura. Aparte de eso, todo normal.
¿Cómo nace esa pasión por el metal? ¿Es cierto que creas tus
propios martillos y herramientas en acero inoxidable?
Di con el metal, con el acero inoxidable, en
realidad por eliminación. La pasión llegó después, cuando empecé a cobrar
conciencia de su potencial expresivo. Soy un escultor de formación clásica. Esto
implica dar mucha importancia al oficio, al dominio de los distintos
materiales. Por esta razón, a través de los años he utilizado todos los
materiales propios de mi disciplina: piedra, madera, arcilla, fundición de
bronce y todo tipo de materiales sintéticos. A partir
de cierto momento tuve la necesidad de ponerme en terreno desconocido, de
romper con lo que ya amenazaba en convertirse en un virtuosismo escultórico sin
alma. Y llegué al acero inoxidable, que lo cambió todo. Fue algo así como
cambiar de planeta: todo era nuevo, todo estaba por descubrir. Hablo de hace
dieciséis o diecisiete años. Hoy sigo con la misma sensación de descubrimiento.
Y sí, es cierto que fabrico
mis propios martillos y herramientas de inoxidable según lo que necesite. Esto
parte de una pura necesidad técnica por no contaminar el material.
Inspiración con referentes clásicos, como Miguel Ángel, para
dar lugar a obras muy humanas:
El eje principal de mi trabajo es el ser
humano. Siempre he sabido que es un tema inabarcable, que lo encierra todo. A
través de la búsqueda de la proporción, del movimiento, del exhaustivo estudio
anatómico a veces concreto, otras sólo intuido, busco expresar la vitalidad, el
misterio de la vida. Es una búsqueda que en el arte clásico alcanzó una altura
nunca superada. No entiendo acometer mi trabajo de otra forma que medirme con
los clásicos; con Praxíteles, Mirón, Policleto, con el gran Fidias, hasta llegar
a Donatello y al gigantesco Miguel Ángel. Todos ellos entendieron la dimensión
sobrehumana de la persona, y su trabajo consistió en hacerla visible.
Pero mis referentes no son únicamente
escultóricos. Ser escultor equivale a estar muchas horas solo trabajando en un
taller. Salvo épocas concretas, en las que trabajo en silencio, siempre escucho
música. De forma inevitable la música impregna la obra. Si tuviera que decir
qué he escuchado más en mis talleres, inmediatamente surge Beethoven, ¡pero
también AC/DC!, y bastante electrónica.
Los que te conocen, resaltan tus fuertes valores personales
y compromiso con los demás que te han llevado a rechazar grandes proyectos.
¿Cuáles son esos valores?
No tengo claro si soy
merecedor de palabras tan bonitas, pero sé positivamente que hoy por hoy el ser
humano es lo máximo que nunca ha sido. Es el puro empuje de la evolución, en el
que participan fuerzas muy superiores a las nuestras. En
este momento de la humanidad ya no puede haber lugar a emplear un vehículo de
expresión tan poderoso como el arte si no es con fines positivos, de
enaltecimiento del plan humano, que estoy totalmente convencido de que llegará
a buen puerto. Hoy el arte exige responsabilidad.
Cuéntanos más sobre el concepto hueco que da a tus obras
esas formas características que parece que aprisionan el aire.
El arte muere cuando se
comienza a declamar, a alardear. Quizás ahí nació mi necesidad de no expresarlo
todo. Hay que saber ignorar. Con estas premisas empecé a jugar con el espacio
vacío en la superficie de mis esculturas. Entonces me encontré con la presencia
del interior de la obra, que empezó a ganar protagonismo. Finalmente, mi
trabajo desembocó en utilizar únicamente lo necesario para aprisionar el aire
de la forma, sin declamar, pero sin evadir ningún reto. Como consecuencia mi
obra se aligeró, se hizo más etérea, ganó en “irrealidad”. Me gusta pensar que
no retrato la piel de un ser humano, sino el fuego interno que lo anima, su
alma.
¿Cuál es el proceso de creación de tus obras?
Siempre comienzo dibujando. Un
dibujo rápido puede definir todo el contenido de una escultura monumental
compleja. Si el proyecto es de tamaño natural o monumental, es necesario hacer
un estudio previo en arcilla o escayola, con modelo o no. En algunas ocasiones
he realizado después un estudio de pequeño formato en acero, pero no siempre. A
partir de ahí acometo la escultura grande, y lo hago a la manera tradicional,
con un esqueleto básico que determinará el movimiento y las proporciones.
Después, comienzo a buscar el volumen, primero con varilla de acero y después
con fragmentos de chapa que adapto a esos volúmenes. En esculturas de pequeño y
mediano formato voy directamente al acero sin demasiadas reflexiones.
¿Qué tiene el acero inoxidable?
Es un material único, como si
estuviera en una realidad diferente al resto de materiales. Su ausencia de
color lo convierte en un espejo de lo que le rodea. Puede ser de oro en una
puesta de sol, o de hielo en un amanecer invernal. Es flexible, ligero, de la
manera que lo trabajo. Con una fuerza estructural única, y una resistencia a la
corrosión excepcional, siempre y cuando se respeten sus leyes. Esta ausencia de
color, y mi forma de trabajarlo, con la ligereza y la presencia del vacío, lo
convierten en un material que puede expresar la inmaterialidad, el espíritu, la
energía.
¿Cuándo empezaste con la soldadura? ¿Proceso de soldadura
favorito?
En realidad, hace mucho que
sueldo. Exactamente desde que hice mi primera escultura de arcilla monumental,
tendría yo 18 años, que se cayó estrepitosamente al suelo por estar sobre una
estructura atada con alambres. Entonces compré mi primer grupo de soldadura y
comencé a soldar. Soldé durante décadas con electrodo. He hecho obras
monumentales, como el Abate Marchena de Utrera, en Sevilla, con electrodo.
Llegué a tener buena mano. Pero el hilo continuo no tiene rival posible. Es
eficaz y resolutivo. Ahora bien: el puro disfrute de la soldadura es terreno de
la soldadura TIG, la más compleja de las tres formas básicas, y con los
resultados más bellos.
Primer y último cordón de soldadura de una obra
El primer cordón siempre es
excitante. Todo es ímpetu y promesas, aparte del miedo a fracasar, que siempre
está. Pero el último es el que se corresponde exactamente al límite de las
fuerzas, si se ha trabajado como se debe. Por eso se dice que una obra no se
acaba: se abandona.
¿Cómo se unió tú camino al de Fronius?
Como persona del gremio del metal que soy, hacía ya tiempo que sabía que decir Fronius es decir la
primera marca mundial en tecnología de soldadura. Su presencia en las redes
deja bien clara la importancia que da al poder de la imagen. Me pareció buena
idea proponerle una colaboración. En cuanto me sentí en posición, contacté con
Fronius, y en poco tiempo me vi hablando con David Torres. Después me visitó en
mi taller. Voy a contener las ganas de hablar lo que pude ver desde el
principio a nivel humano en David. Sólo diré que nuestra relación y proximidad
no han hecho más que aumentar, que su poderoso apoyo a mi arte en nombre de
Fronius está siendo uno de los acontecimientos más importantes de mi carrera, y
que estoy convencido de que nos queda mucho camino por delante lleno de
colaboración y buen hacer.
¿Qué tienen en común la soldadura y el arte?
Lo primero que me aparece en
mente, por extraño que parezca, es la inspiración. En la soldadura hay mucha tecnología,
pero también mucha mano. La mano humana es capaz, si la mente que la dirige
está inspirada, de llevar a cabo pequeños matices de movimiento que se reflejan
en un acento de una línea de un dibujo, en la torsión exacta de una varilla
para conseguir la curva perfecta, o en un punto de soldadura que puede afectar
a la expresión de un rostro. La soldadura participa en todo en lo que es un
oficio, y los oficios son tareas ancestrales a través de las cuales el ser
humano transforma la materia para hacer objetos que necesita, como el arte.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
La verdad es que tengo tres
proyectos importantes en fase embrionaria, pero como suele pasar en estos casos
no me está permitido de momento hablar de ellos. Sólo diré que son monumentales
e internacionales. Por otro lado, en muy pocos días iré a instalar dos
esculturas a Malta, en Mercury Towers, el último edificio que la gran
arquitecta Zaha Hadid firmó de su puño y letra. Aparte, estoy haciendo un
monumento a Xipaguazin, una de las hijas de Moctezuma, que vivió y murió en La
Cerdaña, y un par de encargos menores.